¿Dónde quedaron las maripositas en el estómago ante los besos torpes de la infancia? Ese momento en el que un chico, imberbe y comúnmente bajito, se acerca (ya sea cohibido o chulito, a elegir lo más evocador por el lector) a una chica, que suele ser más alta, y le da un beso en la mejilla. De pronto el mundo se para, da un vuelco y niño y niña no terminan de tener muy claro si eso es amor o es que les ha sentado mal el desayuno. Ni tanto ni tan calvo, supongo. Más bien unas ganas locas de hacerse mayores, de hablar de cosas de mayores, de sentir cosas de mayores. Pero son cosas que, no nos engañemos, nadie olvida. Ya sea porque mordimos al consiguiente acompañante o porque, en una explosión de cursilería, le regalamos una flor y un dibujo, esas primeras aventuras amorosas despertarán nuestras sonrisas toda la vida.