
Glee es una serie diferente. Cae en los tópicos, explota los estereotipos al máximo, y se aprovecha más que ninguna otra de la fórmula que hiciera triunfar a High School Musical (películas cuyos creadores aseguran no haber visto), pero lo hace con un toque de cinismo y ridiculización que, por mucho que no soportes a los personajes y las tramas te resulten inverosímiles, engancha.