Hace ya mucho que el paradigma de la televisión pública tiene nombre propio. La BBC se ha labrado su reputación gracias a programas serios, cuidados y muy trabajados, al margen de las exigencias publicitarias. Con un claro principio didáctico, las apuestas de entretenimiento de la cadena inglesa se convierten en claros referentes a nivel internacional. Como ya ocurriera hace unos años con Rome, hoy otra serie de la BBC recibe todos los aplausos de la crítica.
Y con razón. Sherlock es una serie arriesgada donde las haya. Tras un sinfín de adaptaciones, renovar y aportar otro enfoque al clásico literario de Sir Arthur Conan Doyle es, a priori, misión muy complicada. Si encima se apuesta por acercar al emblemático detective al siglo XXI, el reto se torna prácticamente imposible.
Y con razón. Sherlock es una serie arriesgada donde las haya. Tras un sinfín de adaptaciones, renovar y aportar otro enfoque al clásico literario de Sir Arthur Conan Doyle es, a priori, misión muy complicada. Si encima se apuesta por acercar al emblemático detective al siglo XXI, el reto se torna prácticamente imposible.
Sin embargo, la BBC ha logrado un producto impecable. Para empezar, porque ver a Sherlock con página web o a Watson con Blackberry no traiciona a los fans del espía más famoso del mundo, sino que le internacionaliza y acerca a todos aquellos ajenos a la obra (cumpliendo así la función educativa de la BBC).
Podríamos comenzar destacando los guiones, con diálogos inteligentes, cuidados y coherentes, y con ritmos perfectamente basculados, siguiendo la propia velocidad de pensamiento de Sherlock. Al frenetismo de sus deducciones más sencillas (si es que de esas hay alguna) se contraponen las pausas y el equilibrio de los verdaderos retos, casi como si, narrativamente, se masticara cada prueba, cada evidencia. Los recursos visuales, además, apoyan estas sensaciones, con la última vuelta de tuerca a las técnicas y efectos propias del género policial o detectivesco.
Pero si algo tiene Sherlock es una adaptación maravillosa de sus personajes principales, Watson y Holmes, que mantienen los rasgos que les hicieron queridos en 1887. El caracter precavido del doctor, a quien acechan también fantasmas de guerras pasadas en esta nueva versión, se ve enfatizado aún más por los rasgos físicos de Martin Freeman, a quien ya viéramos en The Office. Pero, además, en esta versión de 2010, el propio Watson se convierte en protagonista y clave de sus propias historias, que le alejan de esa sombra en la que Holmes le sumerje en otras adaptaciones. Watson es un hombre con pasado, un pasado que le marca y que es el punto de partida de todo lo demás. Y es que Holmes no se entiende si no es por el doctor, que a la vez despierta el lado más humano y fomenta sus rasgos más sociópatas. Holmes es una máquina de deducción: frío, cínico, inteligente e individualista. Benedict Cumberbatch (Hawking) interpreta a este híbrido entre detective clásico y forense del CSI con tanta precisión que cualquier adaptación anterior queda deslucida. Vemos en Sherlock al verdadero Holmes que inspirara a House, retroalimentado ahora por este mismo.
Especialmente destacable es, además, el hecho de que sólo haya tres capítulos, de hora y media cada uno, en su primera temporada. Esto es, sin duda, una muestra más del cuidado y del empeño del equipo técnico por cuidar cada trabajo, por perfilar cada detalle y por evitar flecos sueltos, inadmisibles en una apuesta de este calibre. Porque, en este híbrido entre serie de detectives (tipo CSI) y drama de personaje (como pudiera ser House), cada frase, cada escena y cada pausa tienen un significado especial, que la audiencia va comprendiendo a la misma velocidad que Watson.
La segunda temporada, que ya está en preparación, llegará a las pantallas en el mismo formato y duración, en otoño de 2011.
Que buena pinta. Me la tengo que apuntar para verla, ademas su corta duracion ayuda.
ResponderEliminarPor cierto Bea, ¿has visto Mistfits o Dead set?