Una imprescindible, "Función de noche"

Todos tratamos de llenar nuestra vida de experiencias y conocimiento: libros para leer,música para escuchar, teatro para sentir, películas para ver... pero, por mucho que leamos, escuchemos, sintamos o veamos, nunca podremos conocerlo todo.  Cuanto antes seamos conscientes de ello, mucho mejor para nosotros y nuestra salud mental.

En mi caso, dentro de mi (más pequeño de lo que me gustaría) catalogo de películas vistas, había una laguna,(o un océano  según se mire), que he llenado esta noche.

Es más, hay muchas películas imprescindibles que no he visto y que tengo que esconder la cabeza cada vez que salen en una conversación. (Os las contaría pero no es cuestión de desnudarse una en público de esta forma, ¡que hay una reputación que mantener!) Sin embargo, esta que he tachado de mi lista esta noche, ni siquiera sabía que existía hasta hace dos días.

¿Y por qué os cuento todo esto? Porque vengo a compartir esta película con vosotros y hacer lo posible por cubrir esa posible laguna de conocimiento de vuestra vida. Tenéis que ver "Función de noche" (1981) de Josefina Molina. Ahora ya puedo acostarme tranquila y si no la veis es vuestra responsabilidad. Quien avisa no es traidor...

"Función de noche" es, sobre todo, la historia de la mujer. Quizá no de todas las mujeres, pero sí de muchas que vivieron un contexto histórico de opresión y crecieron siguiendo unas directrices morales que marcaba un país y una época que las odiaba y anulaba. 

La película está protagonizada por Lola Herrera que, en plena crisis de identidad, comienza a confundir su vida la de la protagonista de "Cinco horas con Mario" que tantas veces había interpretado. A pesar del odio y el desprecio que le profesaba Carmen Sotillos, cuando empezó a ser ella en la obra de Delibes, Lola Herrera, poco a poco comenzó a sentirse identificada y, a medida que se sucedían los reproches a Mario, iba viendo nítidas imágenes de su vida pasar en diapositivas.
A partir de ahí, la actriz se plantea muchas cosas de su vida y, en un encuentro con su ex-marido, Daniel Dicenta, mantienen una larga e intensa conversación sobre la pareja en la que los reproches y las mentiras acaban por caer sobre un colchón de cariño y comprensión que el tiempo ha creado.

Lola Herrera y Daniel Dicenta en un momento del film

"Quizá uno de los reproches más grandes que tengo que hacerte es ese. Tú me podrías haber ayudado a descubrir muchas cosas que tendré que descubrir sola porque yo soy una mujer completamente inculta y tú lo sabes". 

A lo largo de la película se plantean muchos problemas alrededor de la identidad de Lola Herrera que, aunque se ciña a su vida particular, se pueden generalizar toda una generación de mujeres: la soledad, la crisis de la madurez, la menopausia como sombra acechante, los problemas de imagen (las primeras arrugas, el pecho caído), la incultura a la que el régimen condenó a tantas mujeres empeñado en frenar su educación, la pureza y dignidad de la mujer suscrita únicamente a su sexualidad, los hijos como un palo en la rueda de la vida profesional de la mujer, la vida marital como un lugar de sacrificio y sufrimiento que hay que soportar con una sonrisa en la cara...

Es de la identidad de la mujer, de la que Lola Herrera se erige representante y lucha por mantener con la cabeza alta.

"Cuando estoy con un hombre nunca soy como soy. Me callo cosas. No me atrevo a decirlo todo. Siempre pienso que me compara y sin embargo, la mayoría de las veces los hombres, me dan risa.  Se creen tan superiores, tan por encima... que me dan risa. Hasta creo que a veces les desprecio un poco, pero nunca se lo digo. Me imponen, y al mismo tiempo sé que son más débiles que yo".

Soy completamente contraria a la idea de que haya una forma de filmar "de mujer" y, sin embargo, me atrevo a decir que dudo mucho que esta película hubiera podido haberla hecho un hombre. La cámara se posiciona del lado de Lola Herrera y la trata con una ternura y cariño, que hay momentos en los que parece que la acaricia.

La grabación de la película surgió al presenciar, la directora Josefina Molina y el productor José Sámano, el desmayo de Lola Herrera durante una de las representaciones de "Cinco horas con Mario" en Barcelona. Al preocuparse por la salud de su amiga, ésta les cuenta que está pasando una tremenda depresión. En ese momento, la directora se da cuenta de que esta es la película que quiere filmar: el paralelismo entre Lola Herrera y Carmen Sotillos en un juego entre la persona y el personaje.

De esta forma, convence a la actriz y a su exmarido, Daniel Dicenta, del que lleva 15 años separada, para que se encuentren en una sala cerrada que simula un camerino y, donde, tras los espejos habrá ocho cámaras filmando toda la conversación. A partir de ahí, la ficción desaparece y ambos actores se olvidan del visitante para centrarse en sí mismos.

Es, quizá, uno de los primeros ejemplos de Gran Hermano de nuestro país. Una docu-ficción en la que no se sabe dónde empieza y dónde acaba la verdad de lo que estamos viendo y, sin embargo, satisface completamente nuestra curiosidad, al tiempo que alimenta nuestro morbo. Pero todo es una trampa. En cuanto el voyeur se descuida, se encuentra dentro de la historia, sufriendo igual que los personajes (¿o debería decir personas?) y de repente, está tan desnudo como ellos. (9/10)