Detrás de esa ceremonia del cine nacional que se nos presenta en televisión cada año, con su alfombra, sus flashes y su glamour, se esconde una reunión de amigos y compañeros de trabajo que charlan, fuman y beben en cantidades considerables.
Para empezar, hay que comentar que los miles de fans que se aglutinan a las puertas del Palacio de Congresos de Madrid no son más que unos cuantos fans que las maravillosas cámaras de TVE convierten en multitud falsa.
También hay que hablar del sistema de vigilancia y seguridad que cada año, bien por pasotismo o bien por frustración ante la imposibilidad de impedir la entrada a personas non-gratas, permite la entrada de unos cuantos aficionados que deciden autoinvitarse a la gala por las puertas traseras. Y es gracias a esa permisiva vigilancia que podemos conocer la fiesta de los Goya por dentro.
La Gala en sí no es más que una gran obra de teatro donde cada uno cumple su papel, sonríe, aplaude y sale al escenario a comentar lo que llevaba ensayando durante un tiempo. Una vez ésta se acaba, las estrellas corren para ir al baño, gritan, sonríen, se abrazan y comienza la verdadera fiesta con algo menos de artificiosidad.
La planta superior del Palacio de Congresos tiene preparada una decena de mesas con canapés, unos cuantos camareros, las barras de bebida y el pequeño escenario que se encargará de emitir la música durante la fiesta. Las estrellas, que ya dejaron de serlo para convertirse en trabajadores del cine, suben por unas larguísimas escaleras mecánicas que le llevan a la planta señalada.
Una vez dentro, tanto los invitados como los espontáneos se relacionan de igual a igual, charlan, comen y beben sin preocupaciones. Ernesto Alterio pide tabaco para su porro, Verónica Echegui anda buscando su zapato, Antonio San Juan observa a cada jovenzuela que pasa por su lado, Daniel Brühl bromea con sus fans, González Sinde se toma una copa de más, Nacho Vigalondo se alegra de que le reconozcan y Manuela Vellés intenta tragar rápidamente para salir bien en la foto.
Los Goya se convierten en una velada de amigos, donde se aprovecha para hablar de nuevos proyectos (la mayoría no se llevarán a cabo jamás), para dar la enhorabuena y, sobre todo, para celebrar entre todos los que lo componen, el maravilloso mundo del cine español.
Para empezar, hay que comentar que los miles de fans que se aglutinan a las puertas del Palacio de Congresos de Madrid no son más que unos cuantos fans que las maravillosas cámaras de TVE convierten en multitud falsa.
También hay que hablar del sistema de vigilancia y seguridad que cada año, bien por pasotismo o bien por frustración ante la imposibilidad de impedir la entrada a personas non-gratas, permite la entrada de unos cuantos aficionados que deciden autoinvitarse a la gala por las puertas traseras. Y es gracias a esa permisiva vigilancia que podemos conocer la fiesta de los Goya por dentro.
La Gala en sí no es más que una gran obra de teatro donde cada uno cumple su papel, sonríe, aplaude y sale al escenario a comentar lo que llevaba ensayando durante un tiempo. Una vez ésta se acaba, las estrellas corren para ir al baño, gritan, sonríen, se abrazan y comienza la verdadera fiesta con algo menos de artificiosidad.
La planta superior del Palacio de Congresos tiene preparada una decena de mesas con canapés, unos cuantos camareros, las barras de bebida y el pequeño escenario que se encargará de emitir la música durante la fiesta. Las estrellas, que ya dejaron de serlo para convertirse en trabajadores del cine, suben por unas larguísimas escaleras mecánicas que le llevan a la planta señalada.
Una vez dentro, tanto los invitados como los espontáneos se relacionan de igual a igual, charlan, comen y beben sin preocupaciones. Ernesto Alterio pide tabaco para su porro, Verónica Echegui anda buscando su zapato, Antonio San Juan observa a cada jovenzuela que pasa por su lado, Daniel Brühl bromea con sus fans, González Sinde se toma una copa de más, Nacho Vigalondo se alegra de que le reconozcan y Manuela Vellés intenta tragar rápidamente para salir bien en la foto.
Los Goya se convierten en una velada de amigos, donde se aprovecha para hablar de nuevos proyectos (la mayoría no se llevarán a cabo jamás), para dar la enhorabuena y, sobre todo, para celebrar entre todos los que lo componen, el maravilloso mundo del cine español.
Que Gonzalez Sinde se tome una copa de mas, no debe ser cosa solo de esa noche.
ResponderEliminarAy, qué bonito, si hasta me has hecho arrepentirme de no ir...
ResponderEliminarPD. Quiero ya mi ordenador de vuelta, es lo primero que leo del blog en dos semanassss!!
una descripcion buenisima, may, me he reido horas.
ResponderEliminarescribir mas a menudo, hombre!
Que envidia!!
ResponderEliminarSeguro que no era tan facil colarse en la gala, May! Pero usaste el truco de ir andando hacia atrás!! jaja
Me alegro de tener amigos que van a llegar lejos, espero que despues no os olvideis de mi para enchufarme...
Un beso
Oye, lo de las bandejas de farlopa... ¿es verdad?
ResponderEliminarSi se que me puedo colar, me visto (más) de pijo y voy.
ResponderEliminarBueno , bien pensado la gracia de eso es ver a famosos de los gordos. Si no... no se. xD ¿Hablaste con alguno?
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