Intentando copiar la fórmula, medianamente acertada, de Paris Je t´aime, la nueva película, New York, I love you, ha conseguido una obra desordenada, confusa y pasada de infantilismo disfrazado de profundidad. Once directores que pretendían innovar y han caído en una historia mal narrada, sin apenas conexiones y con personajes odiosos.
Únicamente se salvan los fragmentos de Joshua Marston, Brett Ratner y Yvan Attal.
El primero, aunque utilizando el viejo truco de mostrar a unos ancianos entrañables, cuenta la bonita historia de una pareja de la tercera edad que se demuestra su amor a base de discusiones y graciosas críticas del uno al otro.
El fragmento de Brett Ratner es otro respiro ante tanta trascendencia. Narra, a modo de comedia negra, la aventura de una cenicienta paralítica y su “loser” príncipe azul en la noche del baile de promoción.
Y por último, la secuencia de Yvan Attal presenta a un chulesco Ethan Hawke (siempre perfecto en este tipo de papeles) que intenta seducir y embaucar con su retórica a una mujer espectacular. Ésta parece seguirle el juego hasta que el galán ve chafada su estrategia al conocer a su verdadera presa.
Si la película hubiera utilizado la táctica de Paris, Je t´aime de dividir perfectamente las historias, quizás aquellas secuencias odiosas podrían olvidarse para quedarnos únicamente con las que nos dicen algo interesante. Pero al narrarlo todo con una forzada conexión, las buenas historias se ven contaminadas por la fallida mayoría, dando como resultado una película que te deja mal sabor de boca.
Únicamente se salvan los fragmentos de Joshua Marston, Brett Ratner y Yvan Attal.
El primero, aunque utilizando el viejo truco de mostrar a unos ancianos entrañables, cuenta la bonita historia de una pareja de la tercera edad que se demuestra su amor a base de discusiones y graciosas críticas del uno al otro.
El fragmento de Brett Ratner es otro respiro ante tanta trascendencia. Narra, a modo de comedia negra, la aventura de una cenicienta paralítica y su “loser” príncipe azul en la noche del baile de promoción.
Y por último, la secuencia de Yvan Attal presenta a un chulesco Ethan Hawke (siempre perfecto en este tipo de papeles) que intenta seducir y embaucar con su retórica a una mujer espectacular. Ésta parece seguirle el juego hasta que el galán ve chafada su estrategia al conocer a su verdadera presa.
Si la película hubiera utilizado la táctica de Paris, Je t´aime de dividir perfectamente las historias, quizás aquellas secuencias odiosas podrían olvidarse para quedarnos únicamente con las que nos dicen algo interesante. Pero al narrarlo todo con una forzada conexión, las buenas historias se ven contaminadas por la fallida mayoría, dando como resultado una película que te deja mal sabor de boca.
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