sábado, 6 de agosto de 2011

Fiebre del sábado noche: Cronenberg y La Zona Muerta

Tras finalizar la creación de Videodrome, una de las películas más personales de su filmografía –y la que probablemente alcanzó un pico límite de extrañeza que le situó en el olimpo de los tarados oficiales del cine- David Cronenberg se encontraba exhausto e incapaz de iniciar la escritura del siguiente guión. Por primera vez en su carrera afrontaba la posibilidad de abordar un texto ajeno para continuar la labor tras las cámaras, aunque como suele pasar con los auténticos cineastas, sin abandonar en ningún momento la intención de llevar el proyecto a su terreno.

“La zona muerta no fue un intento premeditado  por mi parte de conseguir un público más amplio. La gente que piensa que es una película cínica porque no seguí mis propios instintos, se equivoca por completo (...). Cualquier ser humano es más complejo que cualquier colección de obras. Si quisiera llegar a un público más numeroso, lo que necesitaría es centrarme en otros aspectos de mi mismo, otra imaginería y personajes que también me interesan (...). Stephen King ha dicho de él que es el Big Mac de la literatura, y creo que tiene razón, tocas una fibra de masas y ahí radica su fuerza (...) Eso también limita lo que puede hacer. Pero, en su caso, no es una limitación; es lo ideal. Está haciendo exactamente lo que quiere hacer, y es un artista absolutamente puro e integrado”


La zona muerta es considerada, a día de hoy,  una de las mejores adaptaciones de Stephen King para la gran pantalla, aunque el batacazo fue de los más importantes para el estudio. Como bien apuntaba en las declaraciones incluidas en el anterior párrafo, el hecho de recurrir a King o adoptar ciertas convenciones del género de terror no respondía a propósitos comerciales, sino a un deseo de liberación y a una elección personal en la que el autor encontró la obra adecuada a su sensibilidad. Después de la exhibición de tres personalísimos films como son Vinieron de dentro de... , Rabia, Cromosoma 3 o la citada Videodrome, nadie en su sano juicio hubiera escogido a David Cronenberg como máximo responsable de un proyecto de no haber querido salpicarlo, en menor o mayor medida, de su estilo, en las antípodas de cualquier elemento mínimamente relacionado con lo atractivo o lo comercial. Hablamos de un cineasta obsesionado con los procesos de degradación de la carne  de camino a un escenario de transformación en el que el cuerpo, tal y como lo conocíamos, desaparece; no por el efecto de una perdida sino por el añadido de nuevos bultos y masas viscosas. Un  cineasta que, en sus inicios, vio como su obra era despreciada por radical y excesiva, no siendo La Zona Muerta ninguna excepción.

Quizás uno de los aspectos más fascinantes del film que nos ocupa sea la presentación de los dilemas morales a los que el protagonista ha de hacer frente, tan comunes en la filmografía de Cronenberg hasta Historias del Este.  Dotado de un misterioso poder tras un accidente de tráfico, Johnny Smith es testigo del progresivo deterioro de su vida como consecuencia de este nuevo estado concebido como una maldición; lo que en un principio se presenta como la realidad palpable de pronto se desmorona para ofrecer una nueva y oscura visión a la que únicamente él será capaz de acceder. Sentimientos de aislamiento y melancolía, con la que alguien que no pertence a este mundo observa los acontecimientos pasar, son interrumpidos finalmente por la aceptación de su rol, tras un evidente cambio físico, y que finaliza, inevitablemente, en tragedia y muerte. Un planteamiento más cercano a los relatos góticos tan denostados por Cronenberg que a su habitual imaginería pero aún así suficientemente relevante como para levantar una gran obra.

Otras adaptaciones más o menos cercanas en el tiempo por parte de autores igualmente consagrados (Carpenter, Hopper, de Palma, Kubrick) resultan mucho menos obsesivas y personales que La Zona Oscura, quizás por ese planteamiento inicial adelantado al principio del post y que adelantaba que el film sería de nuevo inmune a concesiones de ningún tipo . Cronenberg infecta a sus personajes y observa las consecuencias con meticulosa calma, muy lejos de cualquier intención, centrado en lo de siempre. La disección, la exposición y la reflexión, que en ocasiones llega sin respuesta y es embellecida por un vacío que nos priva de molestas indicaciones o enseñanzas de cualquier tipo.

3 comentarios:

  1. A mí Cronenberg me mosqueta. Es bipolar, su lado "Crash" y "La Mosca" me llama mucho la atención, pero su lado "Promesas del Este" o "Una historia de Violencia" me aburren tremendamente...

    Viva Canadá!

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  2. En serio May? Pues a mí casi que es al contrario, me gusta más el nuevo Cronenberg, de hecho estoy deseando de ver su Freud que tiene bastante buena pinta.

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  3. Yo estoy con May. Su lado morboso hacia la descomposición del cuerpo humano me parece infinitamente más interesante que este proceso hacia las grandes películas que nos quiere vender, aunque, todo sea dicho, sea distinto al de otros cineastas. Por ejemplo, Almodóvar, en su intento de abandonar sus obsesiones por alcanzar esa etiqueta de "grande" resulta risible, sin embargo Una historia de Violencia y Promesas son creíbles.

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