Cuando me hablan de una película asiática, se me vienen a la mente una serie de imágenes: “chinos” comiendo noodles, niños con zapatos de madera y dagas voladoras. En el Reel Asian International Film Festival me di cuenta de lo equivocada que estaba. Las películas mostraban relaciones modernas, con un estilo y humor de lo más occidental, pero siempre sin perder sus raíces.
En Europa aún estamos muy anclados en los nacionalismos y en las marcas diferenciales de cada país. Pero en Canadá, con esa mezcla cultural que tanto la caracteriza, el cine es también un revoltijo y collage de culturas, tradiciones y formas de ver el mundo. Por eso el Reel Asian Internacional Film Festival es un perfecto ejemplo de ese cine mixto entre el ojo norteamericano y el asiático.
Bleak Night es una película dirigida por Yoon Sung-Hyun centrada en la adolescencia masculina de tres chavales surcoreanos. El montaje a modo de puzzle parece sacado de Iñárritu, con un tono de suspense que cada vez se hace más oscuro. No es una maravilla, pero muestra de una manera inquietante los entresijos de la amistad y las relaciones de poder.
Saigon Electric es el ejemplo perfecto de cómo la mezcla cultural no siempre es buena. Ambientada en Vietnam, el director Stephane Gauger muestra a unos adolescentes de barrio bajo que quieren autorrealizarse a través del baile. Copiando los clichés de Hollywood, Saigon Electric es una copia ridícula de Fama pero con bailarines de break dance y danzas tradicionales vietnamitas.
La película más interesante vista fue Lover’s Discourse, creada por Derek Tsang Kwok Cheung y Jimmy Wan y encargada de abrir el festival. Aunque la estructura de cuatro relaciones que acaban entrelazándose al final no es muy original, suele funcionar. Unas historias atrapan menos y otras más, recorriendo desde lo más inocente del amor hasta el estadio más sombrío. Además, los directores se encargan de elaborar cada una de las cuatro relaciones con una fotografía y estilos diferentes, dándoles un toque particular y único a cada una de ellas.
Desde luego, la segunda historia es de lo mejor visto desde hace tiempo: una joven dependienta de una lavandería se enamora de uno de sus clientes, al que irá idealizando según los objetos que encuentre en su ropa. Divertidísimo y dulce a la vez.
Tenemos millones de prejuicios con el cine asiático, y creo q nos perdemos un montón. Me propuse ver más de Koreeda después de San Sebastián, y se quedó en propósito... a ver si me lanzo.
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