Políticas de protección aparte, el cine francés tiene algo que el español debería envidiarle. Me refiero al respeto y apoyo con el que cuenta por parte de sus espectadores que, lejos de rechazarlo de pleno o de acercarse a él con escepticismo, lo alzan siempre a los primeros puestos de la taquilla. Y es que resulta, cuanto menos, digno de mención que en el año de debacle del cine español, Pequeñas mentiras sin importancia se convirtiera en Francia en la cinta más vista, por encima de títulos como Origen.
Si es o no merecido ya es otro tema. Pequeñas mentiras sin importancia, dirigida por Guillaume Canet, puede parecer en principio una historia pequeña, de trama poco ambiciosa, que cuenta las vacaciones de verano de un grupo de amigos en la treintena. Un viaje marcado por el accidente de moto de uno de ellos, que ha de quedarse en el hospital mientras el resto se van un par de semanas a una casa que a todos nos gustaría poder compartir con los nuestros. Algo que, de haber sido hecho en Hollywood, habríamos llamado "americanada" y habría sido protagonizada por Ben Stiller o Adam Sandler. Los franceses lo hacen mejor y prescinden de esos ridículos golpes de humor baratos, moviéndose entre la comedia y el drama con bastante acierto.
El gran acierto de la película es sin duda su reparto. La crème de la crème del cine francés en un pulso constante. Nombres como Marion Cotillard, preciosa en un papel más desenfadado y alegre, o François Cluzet, la versión digna del Robert De Niro de Los padres de ella, encabezan un cartel en el que están todos espléndidos. En una película en la que el protagonismo es compartido, en la que siete u ocho personajes se reparten dos horas y media, cabría esperar que algunos estuvieran más desdibujados que otros. No ocurre en Pequeñas mentiras sin importancia: los personajes no tienen nada que envidiar a los de las mejores series dramáticas. Una película en la que pasan tantas cosas, en los que cada uno de los personajes pasa por tantos puntos y cambian de tal manera que las nuevas temporadas de Anatomía de Grey deberían aprender de ella. El precio a pagar por todas estas idas y venidas es que en algún momento la película empieza a sonar a culebrón. Y es que, si abrimos el decálogo de "cosas que tienen que pasar en un dramón" encontraremos todas reflejadas en la película.
Pequeñas mentiras sin importancia es una película que se mueve bien por un terreno complicado, una película curiosa en su vertiente cómica y acertada en su parte dramática. Ni la risa por la risa, ni la lágrima fácil. El toque justo de moraleja que de ella se espera y la capacidad para sortear dos horas y media sin que llegue a resultar cansado, ahorrándose los efectos especiales y el montaje vertiginoso de otras cintas.
Desde que vi el trailer me apeteció verla, ayer al fin pude hacerlo!me gusto bastante (no me fascinó, pero tampoco me decepcionó)Marion Cotillard está genial. Me sorprendió la B.S.O : todas las canciones en inglés y artistas como Ben Harper, David Bowie o Damien Rice. Sin olvidar que una de las canciones está interpretada por el dire.
ResponderEliminarMe ha gustado más de lo que esperaba, la verdad... Me he reído bastante y alguna lagrimilla ha caído. Eso sí, la peli va sobre ELLOS y Marion Cotillars, porque los personajes de ellas no se desarrollan para nada...
ResponderEliminarNo estoy del todo de acuerdo... Vale que les dan bastante menos importancia, pero a mi las mujeres de los "gays" me encantaron, aunque sus historias van más de la mano de la de los maridos... Pero vamos, una de ellas me pareció de las más duras...
ResponderEliminarSí, por eso creo, que la mujer rubia era un personaje genial, y no lo han desarrollado nada. Son sólo "las mujeres de los otros".
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