sábado, 9 de julio de 2011

Fiebre del sábado noche: Alexandre Aja, ese hombre

Corría el año 2003 cuando un casi desconocido Alexandre Aja desplegaba sus alas en un intento de captar la atención mediática hacia el que por aquel entonces era su segundo film tras las cámaras, Alta Tensión. Un cuento de horror extremo centrado en las posibilidades del gore sin humor de por medio y que consiguió levantar cierto revuelo pese a las deficiencias de un guión algo tramposo, capaz de anular el efecto que un brillante ejercicio de dirección conseguía en los primeros sesenta minutos de metraje. 





El moderado éxito del que gozó la película tanto en taquilla como a nivel de crítica (ganadora de tres premios en el festival de Sitges) pronto llamó la atención de la industria cinematográfica norteamericana, que sabiendo de las cualidades de Aja para tensar las cuerdas hasta el límite de lo insoportable, pensó que se trataba de la figura idónea para llevar a cabo un remake de la mítica “Las colinas tienen ojos” originalmente dirigida por Wes Craven, y que en esta ocasión hacía las labores de productor. Lo que en un principio comenzó como un proyecto para revitalizar una celebrada película de terror de los setenta pronto adquirió tintes verdaderamente siniestros con la llegada del cineasta galo, centrado en desarrollar una puesta en escena sin concesiones a las exigencias del gran estudio y que tenía como principal objetivo crear algo perturbador. Pese a que el resultado final hace gala de algunos cortes impulsados por la censura – en el making off podemos escuchar a Wes Craven decir que puede imaginar el descontento de Aja al viajar de Europa a EEUU y encontrarse de bruces con la Motion Pictures Asotiation of America- Las colinas puede presumir de haber alcanzado cotas de calidad nunca antes vistas en una película de sus características. Y lo hace gracias a la habilidad con la que Aja hace propio el discurso de una película de encargo, insuflándole vida mediante imágenes poderosísimas, apostando por el humor más ingenioso – la caza del republicano- y creando una suerte de metáfora visual alrededor del concepto de “normalidad” y “deformidad” para rematar un mosaico de propuestas que alcanzaría un techo de intensidad en su siguiente -sin contar Mirrors- propuesta tras las cámaras.

Piraña 3D es diversión en estado puro, una broma gamberra de la vieja escuela en la que hombres ciclados y mujeres de pechos turgentes son devorados por peces prehistóricos ante la mirada horrorizada de sus iguales. Es un festival de la carne sin pretensiones, sin ese trasfondo político que chirriaba en Las colinas y que sin embargo incluye una crítica antológica y descacharrante al encefalograma plano que organiza su agenda para cuadrar el springbreak lleno de culos, tetas y chochitos depilados a la brasileña. Un estilo depurado que se disfruta mucho más – si cabe- que cualquiera de sus anteriores obras, y sitúa a Aja en una posición privilegiada en el olimpo de los nuevos directores de género, capaces de rendir un digno homenaje a aquellas obras del pasado que creíamos irrepetibles.

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