Ha aparecido en los puestos más altos de los top ten de cine de terror elaborados en medio mundo, ha estado en boca de todos en algún momento de nuestras vidas y buena parte de sus secuencias pasaron, con mucho cachondeo, a formar parte de la imaginería atroz que dio cuerpo al género. Hablamos de El Exorcista, un verdadero hito a todos los niveles que aún hoy y pese a que el tiempo no haya sido precisamente amable con ella, continúa impregnando los sueños de gran parte de la población. Sin embargo, siendo conscientes del reconocimiento adquirido por los años y la amplia base de fans, hemos decidido decantarnos por el extremo opuesto y hablar de una de sus manifestaciones o secuelas menos conocidas, estrenada en 1990 y que bien podría considerarse una obra maestra de la infamia, pero obra maestra al fin y al cabo. El Exorcista III es un valioso manual ilustrativo que salvará la carrera de numerosos cineastas aficionados a las actualizaciones del sábado.
Empezando por la parte técnica, El Exorcista III bien podría considerarse uno de los más chapuceros ejercicios de dirección jamás vistos en una pantalla, aunque parte del mérito se lo lleven los productores ejecutivos, quienes en un arranque de lucidez decidieron mutilar la película ante los peores augurios de cara a la taquilla. Somos testigos de una serie de incoherencias interminables y terriblemente evidentes (planos inserto de corte poético en mitad de conversaciones clave, planos secuencia de más de cinco minutos con el audio de las acciones de los personajes al fondo, extraños movimientos de cámara, cortes inesperados que dejan a personajes relevantes con la palabra en la boca, fotografía demencial e injustificada en cada uno de los planos) más propias de un Oliver Stone maravillado ante la promesa de un viaje de ácido que de un cineasta comprometido con una major, y que poco a poco van minando la credibilidad del espectador hasta aterrizar en un espacio en el que si no se llora de pura carcajada es porque no se está prestando la más mínima atención.
Si a un desastroso apartado técnico añadimos un no menos brillante plantel de actores capitaneados de nuevo de la manera más surrealista posible, obtenemos la obra definitiva del despropósito, una gema del cine basura realizado desde la más absoluta pasividad y la desgana. Un visonado obligado para comprender qué no deberíamos hacer nunca si queremos ser cineastas y, al mismo tiempo, pasar un rato maravilloso (de los mejores que recuerdo delante de una pantalla) a costa de la ineptitud ajena. Seremos capaces de identificar la delgada línea que separa una obra de calidad de la que no teme al abismo y de valorar también la maestría de los grandes directores de cine de terror, siempre en equilibrio sobre una peligrosa cuerda tensada ante la mirada indiferente de un público que valora en la justa medida.
Con esta crítica, es la única película recomendada en la 'Fiebre del sábado noche' que tengo ganas de ver...
ResponderEliminarYo tengo una pregunta...si no he visto el Exorcista II, puedo pillar la III?jajajaj
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