Sobre la belleza y los biopics

...O cómo el cine reescribe a los personajes que ficcionaliza encarnándolos en actores y actrices mucho más guapos que los personajes reales a los que interpretan.

 

Esta semana se han estrenado dos biopics: Howl, sobre el poeta beat Allen Ginsberg, interpretado por James Franco; y Encontrarán dragones, del fundador del Opus Déi Josemaría Escrivá de Balaguer, interpretado por el británico Charlie Cox (Stardust). Un proyecto sobre un poeta homosexual y subversivo poco debería tener que ver con una película que limpia el nombre del Opus Déi  tras el escándalo del Código da Vinci. Pero espera un momento...

Más jóvenes, más delgados, más bellos.

Leí el otro día que la película sobre Aretha Franklin que se está preparando tiene a Halle Berry como candidata para interpretar a la gran cantante. No es sólo que siempre se tienda a embellecer físicamente al biografiado, sino también que sea una belleza de acuerdo a los cánones actuales. Aretha Franklin tiene una belleza particular que Halle Berry no podrá recoger jamás, como Jonathan Rhys-Meyer no pudo hacer con Elvis Presley ni Joaquin Phoenix con Johnny Cash. Estos personajes, iconos de la cultura popular, pierden su personalidad y fuerza al trasladarse a la pantalla, y se convierten en meras copias almidonadas y endulcoradas .

Cuando se interpretan personajes poco conocidos, la distancia entre actor y personaje se agranda. Los verdaderos Al Capone y Eliot Ness eran hombres que no te querrías cruzar por la calle de noche, pero ahí estaban Robert de Niro y Kevin Costner para redimirlos estéticamente.  El protagonista de Hacia rutas salvajes era un hippie desarrapado que poco tenía que ver con el monísimo Emile Hirsch. 

Los mejores ejemplos se encuentran sin lugar a dudas en el cine histórico, donde el proceso de embellecimiento pierde todo sentido de prudencia o mesura. Aquí podríamos nombrar a la María Antonieta de Sofía Coppola, de la que mucho se criticó el anacronismo de la banda sonora, y nada se comentó sobre lo actual de su estética. 

También tendríamos que citar al reparto entero de la serie de los Tudor, con Jonathan Rhys Meyer a la cabeza. Y por supuesto, en ese divertido esperpento histórico que era Shakespeare in Love, donde el escritor más misterioso de la historia (se ha dicho que era una mujer, un colectivo, y hasta que le robó sus obras a Marlowe) se convertía en un galán romántico interpretado por Joseph Fiennes.

Y remontándonos aún más en la historia, llegaríamos a mi ejemplo favorito. Una muestra de cómo el cine ha entrado en una persecución tras la belleza y el sex-appeal, y esto también se aplica en sus proyectos más espirituales.