domingo, 20 de diciembre de 2009

Celda 211


Escribir sobre algo que no te ha gustado es mucho más complicado que hacerlo sobre algo que sí. Por eso, cuando pienso en escribir mis impresiones sobre Celda 211, me da un poco de miedo. Porque no sé qué decir y temo quedar de típica y tópica en lo que a críticas se refiere. Si pienso en las películas con las que menos he disfrutado, soy capaz de esgrimir sin problemas el por qué. Sin embargo, cuando me paro a pensar en los motivos por los que me han gustado muchas otras, no soy capaz de explicarlo. Quizá aquí esté la clave. Porque cuando una película es buena, nada destaca sobre el resto, no hay detalles que sobresalgan de manera descarada de los demás.


En Celda 211 me ha pasado un poco esto. Si pienso en el momento en que estaba en el cine, poco puedo recordar aparte de aferrarme al abrigo en los momentos de mayor tensión o de hacer cábalas constantes sobre cómo podría salir el pobre Juan de aquella situación. Hacía mucho que no me metía tanto en una película. No sé si es una expresión demasiado correcta, pero me parece la más significativa. Celda 211 ha conseguido que me metiera dentro. ¡Pero si incluso me encogía cuando pegaban a algún preso, pensando que iban a darme la patada a mi! Vale, es verdad que yo para estas cosas soy susceptible de más. Pero, qué le voy a hacer, me la creí totalmente.

Porque es aparecer Luis Tosar, con esa voz cazallera y esa vena hinchada, y te trasladas directamente a la prisión. Es seguirle Antonio Resines, que hace que olvidemos al padre de Los Serrano por un rato, y te llenas de rabia. Es ver a todos los presos, presos reales metidos en el cuerpo de actores por unos días, y te sientes atrapado entre ese caos tan absorbente. Además, es un caos que no se vale de la violencia gratuita para sobrecoger al espectador. De las múltiples palizas que nos imaginamos, no vemos más que las estrictamente necesarias. ¿Alguien sabe qué fue de aquel pobre funcionario de prisiones, al que dejamos con un preso poco agraciado y del que nada más volvimos a saber?

La historia casi ni parece española. Un motín en una carcel, algo que pasa hasta en las mejores familias. La pincelada patria, el uso de rehenes de E. T. A. Y, tan pronto como se han apagado las luces, te ves metido en una trama que te descoloca, que te tiene en vilo hasta prácticamente el último momento y que, ¡gracias a Dios!, no nos entretiene con descripciones emotivas innecesarias sobre el trasfondo psicológico de los personajes. Ni “soy malo porque quería dar de comer a mi abuela huérfana”, ni “mi padre me transvestía para culminar sus fantasías sexuales y por ello salí violador”. Utilizando una frase (de estas de genio bohemio, algo pedantillo) de uno de nuestros profesores: “nada es gratuito, la película sabe orquestar muy bien los puntos de mayor y menor tensión, organizando una sinfonía perfecta.”

Única queja: una frase muy rápida, dicha al final, me dejó un poco descolocada. Una frase que, por como era dicha, parecía contener más significación de la que yo fui capaz de sacar. El final rápido, algo que sí me gustó, se mezcló con un intento de conclusiones demasiado precipitado (esas declaraciones del responsable del Ministerio), en el que no me quedó claro quién había hecho qué y por qué.

3 comentarios:

  1. Te contradices en el primerr párrafo. Gracias por la recomendación¡¡ ;-)

    ResponderEliminar
  2. El yonki es actor, porque sale en Spanish Movie xD.

    ResponderEliminar
  3. Goya a Luis Tosar, desde el primer minuto. Ya lo tiene.

    ResponderEliminar