El antihéroe postmoderno

Le comentaba hace poco a una amiga mía que también está siguiendo Big Love, que a ver si dejan ya de poner al personaje de Nicki tan malo y egoísta. Y es que estamos tan acostumbrados a que el malo de la peli, de repente, saque su corazoncito, que nos parece extraño y pesado que un personaje pueda mantenerse con la ética por los suelos durante más de dos capítulos.

Tarde o temprano, todos acaban pasando al lado de los buenos corazones, desde los personajes de Física o Química, que pasan de malvados a santos de un capítulo a otro, hasta el afamado antihéroe de Perdidos, Sawyer, que se acaba enamorando. Discutía yo con unas amigas sobre este último, porque ellas decían que les encantaba el tipo duro que tiene sentimientos. Pero es que eso no es un verdadero antihéroe. Es el antihéroe blando del siglo XXI. Aquel que cambia por amor y descubre que el bien es mucho más gratificante. El que sufre en silencio y al que todos quieren quitar su caparazón de hierro.

Bea opina que el antihéroe moderno gusta tanto porque es una manera de eludir responsabilidades por las malas acciones. Barney (Cómo Conocí a Vuestra Madre) utiliza a las mujeres porque una le hizo daño y Chuck (Gossip Girl) es un cabrón porque sus padres no le hacen caso.

El ser humano tiene tanto miedo a no evolucionar, que no queremos pensar que los malos no van a cambiar jamás. Pero la gente de verdad miente, engaña, traiciona, se equivoca, hace daño, comete errores y decepciona.

¿Dónde quedaron los antihéroes clásicos a los que les gustaba hacer el mal por el simple hecho de hacerlo?

A la espera de la evolución de personajes como House o Dexter, me quedo con mi antihéroe favorito, Brian Kinney, el cual acaba solo y envejeciendo tristemente, sin haber cambiado su actitud debido al amor o a la sociedad.