miércoles, 2 de diciembre de 2009

Sexualidad en pantalla: Sexo higiénico Vs. Sexo sucio

El sexo siempre ha estado presente en la pantalla desde el nacimiento del cinematógrafo, lo único que ha ido variando ha sido su representación. Desde un simple roce en la mano, pasando por un beso apasionado hasta llegar a la plasmación del acto sexual explícito. Además, desde sus orígenes, siempre ha creado algún tipo de controversia, y a su vez, de atracción entre sus espectadores.

Los años 80 trajeron consigo una imagen videoclipera, glamourosa y banal que caracterizará la nueva estética erótica del cine comercial. A esto es a lo que he decidido llamar “Sexo higiénico”.
El máximo ejemplo de este tipo de films es 9 Semanas y Media (Adrian Lyne, 1986), una película que retrata a una pareja que explora nuevas fantasías sexuales hasta rozar el límite de la moral y lo bizarro. Pese a que la historia pretende ser arriesgada adentrándose en el mundo del deseo peligroso e incluso del sadomasoquismo y la dominación, las imágenes en sí son de una estética facilona e infantil con agradables presentaciones de los cuerpos (nunca totalmente desnudos) y perfectamente equilibradas para que no exista ningún elemento excesivamente morboso que moleste al espectador.
Las escenas de 9 Semanas y Media son fotografías inocentes que recuerdan a las del cine clásico, exceptuando algún pezón que se les escapa, y continúan con la misma fórmula de los primeros planos de cuello, boca, piernas, cara, manos. Todo con movimientos lentos, cuerpos en penumbra, acompañados por música de saxofón a lo Melrose Place.
La única secuencia que arriesga un poco más es la de la lluvia, truco que funcionará (agua más sexo) y se utilizará a menudo de ahora en adelante. La pareja se revuelca en las escaleras de un callejón oscuro mientras se moja con el agua que cae de una de las cañerías rotas. Una imagen más impactante y menos escrupulosa.
Por lo tanto, el “Sexo higiénico” es aquel que todo lo insinúa para no atreverse a dar un paso más allá. Imágenes limpias, bonitas y sin detalles escabrosos. Aquellas que idealizan la sexualidad y la muestran con una delicadeza artificial.


Por el contrario, denominaré “Sexo sucio” a aquel que es visualmente más violento y más arriesgado. Unas imágenes que llegan más adentro gracias a su representación directa.
Es el caso de las películas del ya citado Larry Clark, especialmente Kids y Ken Park. Los niños de Kids “son callejeros, sudorosos, escupen y tuercen la boca mientras hablan del olor de una vagina. Sus sonidos resultan incómodos, como el de los besos del principio, o el del pene de Harold”. Para Clark, el sexo es la escapatoria que tienen los adolescentes, una especie de edén donde se refugian de sus problemas. Pero el sexo no es delicado ni puro, es un sexo real, áspero y crudo. Larry Clark opta por fijar su atención en los detalles: primerísimo plano de los testículos de uno de los jóvenes mientras se montan un trío, los primeros pelos del bigote o el pezón de uno de los protagonistas. Son fotografías que incomodan al espectador pero que, a su vez, le obliga a mantener la vista fija en la pantalla.
Pero no estamos hablando de un sexo gratuito que provoca por provocar, Clark lo representa “de manera precisa y conmovida, mueve la cámara en relación a la mano que acaricia, no sólo al genital que es acariciado, como hace la pornografía comercial; filma también los márgenes, el lecho deshecho y el abrazo después del orgasmo, hace panorámicas para unir la placidez del sexo con la tranquilidad de la luz exterior, contempla los diálogos alrededor del sexo como parte del sexo en sí”.

* Larry Clark. Menores sin reparos. Festival Internacional de Cine de Gijón. Gijón, 2006.



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